Es el dios supremo en la mitología del pueblo araucano de Chile y Argentina. Se le considera el dador de vida, controlando el mundo natural, también se considera que él guió al pueblo araucano al lugar donde habitan y se encarga de velar porque los araucanos sigan cumpliendo las costumbres y el orden existente, encargándose de castigar a quien no cumple las reglas.
Se comunica mediante sueños con los encargados de ejercer la autoridad religiosa. Fue el encargado de crear una montaña muy alta para que el pueblo pudiese escapar a una inundación.