Es el dios del inframundo en la mitología japonesa budista. Vive en un castillo de plata y oro, con las paredes cubiertas de joyas y perlas. Lo protegen dieciocho generales y sus soldados, además de los demonios y unos hombres con cabeza de caballo.
Se encarga de registrar los pecados y de decretar los castigos de los hombres, cuando juzga los pecados se sienta en un trono situado entre dos cabezas y un espejo muestra los pecados del muerto. En su reino hay 8 secciones congeladas y 8 secciones de fuego a las cuales se envía a los muertos según los pecados cometidos. En sus juicios un dios llamado Jizo defiende a
las almas argumentando a favor de ellas y es en especial protector
de las embarazadas y los niños.
El castigo para los que habían matado a un inocente era meterlos en un caldero lleno de metal fundido a menos que hubiese peregrinado a los treinta y tres santuarios de Kwannon, la diosa de la misericordia.
En algunas historias este dios es más benigno e incluso devuelve a la vida a algunos muertos para que puedan vivir virtuosamente.