Era el dios supremo y creador del pueblo Arawak de Guyana. Creó el cielo, el mar y el viento. Después de este creó una gran ceiba que llegó con sus ramas hasta el cielo, de las ramitas y la corteza que cayeron de ella se formaron todos los animales del mundo, incluidos los humanos.
Los animales y los humanos vivían en armonía comiendo frutos silvestres y plantas. Después de que creciese la población los males del mundo crecieron entre ellos, el dios les advirtió que les mandaría un incendio y los únicos que se salvaron fueron los que cavaron cavernas en el suelo. Cuando la población volvió a crecer la maldad se volvió a apoderar de ellos, en esta ocasión amenazó con mandar un diluvio del que solo se salvo Mararewana y su familia que ataron un bote a la gran ceiba por ordenes del dios. A partir de esta familia se volvió a repoblar el mundo.